Uno de los elementos más emblemáticos del mobiliario de la catedral de santiago de Compostela, es el conocido botafumeiro. Se trata de un gran incensario que recorre las alturas del crucero del templo, oscilando a la manera de un péndulo, suspendido de un mecanismo de poleas que mueven varios hombres conocidos como tiboleiros. Se trata de un espectáculo digno de ver, aunque solo funciona sólo durante la celebración de la misas solemnes y todos los domingos del Año Santo. El resto de los días es sustituido por otro incensario conocido como La Alcachofa, realizado en metal blanco.
Siempre se relacionó su origen con la necesidad de crear un elemento que permitiese purificar el aire dentro de la iglesia, enrarecido por las grandes multitudes de peregrinos que allí se concentraban. Sin embargo, estudiosos de la impresionante catedral compostelana y de su historia, afirman que al igual que el resto de incensarios de las iglesias, el botafumeiro tiene un origen puramente litúrgico.
La construcción del botafumeiro se sitúa en 1554. Construido gracias entre otras a una ofrenda del rey Luis XI de Francia. Presente en la catedral tal vez desde la Edad Media, fue robado por las tropas napoleónicas durante la guerra de la Independencia. El que hoy en día podemos contemplar en Santiago, obra del orfebre Losada en 1851, es de latón plateado, con una altura de metro y medio y un peso de unos 50 kilos.
Entre las diferentes anécdotas relacionadas con esta pieza, quizás la más conocida es el famoso accidente ocurrido en 1499, cuando salió despedido por la puerta de Platerías en el transcurso de una misa a la que asistía la infanta doña Catalina, hija de los Reyes Católicos, que había parado en Santiago para orar ante la tumba del Apóstol antes de embarcar en La Coruña con dirección a Inglaterra para su boda con el Príncipe de Gales.
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